sábado, 4 de julio de 2009

Desde mi ventana






Ahí están esos edificios que me rodean, me encierran, me aprisionan. Es lo que veo por mi ventana. Lo del encierro es casi literal, pues debido a la lesión aún no me animo a salir a correr así sea al Parque del Este y menos al cerro. Si bajo la vista puedo ver el display donde alternativamente se van mostrando algunas cifras: TIME, SPEED, DIST, CAL . Y van apareciendo: 5:00, 9.5, 0.9, 18. No uso pulsómetro, pero siento que para apenas 5 minutos de estar montado en esta cosa tengo las pulsaciones muy altas, y lo que es peor: mis cuadriceps parecen estar haciendo esfuerzo. Como es posible que en apenas 10 semanas de inactividad física deportiva mis condiciones hayan mermado de tal forma? Compruebo que el teorema que dice “A mayor edad más rápidamente se pierde la aptitud física” es completamente cierto. Creo que en los últimos 20 años no había estado tanto tiempo sin hacer ejercicio, y por lo tanto aquel teorema no pudo tener demostración fehaciente, si bien debido a ocasionales paradas de 2 o incluso 3 semanas ya tenía indicios de que esto era así. Ahora bien, está la otra parte de ese teorema: “ A mayor edad más lentamente se recupera la aptitud física”. Esta parte, si bien creo que es cierta, también por haber tenido indicios previos, espero que no sea tan concluyente, o por lo menos no sea TAN lentamente. Inclusive hay un corolario que dice: “Después de cierta edad la pérdida de aptitud física es irreversible”. Debe ser cierto, pero espero que esa “cierta” edad no sean 55 o 56 años si no mucho más. Mientras más mejor.





15:00, 11.0, 2.8, 58. Levanto un poquito la vista y por sobre los edificios, algo de verde aparece. Sí, es el Avila, presencia eterna, indiferente a las vicisitudes de nosotros, pequeños seres que de vez en cuando nos atrevemos a hollar su grandeza y equivocadamente, a veces, pretendemos haberlo conquistado, sin darnos cuenta que el hecho de coronar un pico o 2 o 3 o 5, es apenas un tributo a la madre tierra, un acto de comunión con la naturaleza, y debido al esfuerzo un reconocimiento de nuestra pequeñez. Extrañamente percibo tener las pulsaciones más bajas que hace 10 minutos y ahora más bien parezco flotar sobre las plataformas de esta cosa. Tal vez sea la música, es que cualquiera se eleva a los 15 minutos de estar escuchando por los audífonos Shine on your crazy Diamond de Pink Floyd, o será que ya la droga empieza a surtir efecto. No piensen mal, es la droga natural: las endorfinas que seguramente mi cuerpo empieza a segregar. O tal vez es que recién los músculos empiezan a “recordar” el funcionamiento ejercitativo. Recuerdo que en alguna parte leí que existe una especie de “memoria muscular”.


30:00, 11.8, 5.8, 118. Veo que la velocidad la he incrementado, y sin embargo no percibo estar haciendo mayor esfuerzo. Ahora después de un poquito más de Pink Floyd (Comfortably Numb), cambio a algo más enérgico, aunque igual de viejo: Highway Star de Deep Purple, la versión en vivo del album Made in Japan. Guao, con este tema, no vuelo, me catapulto al espacio, soy un cohete. Y que bueno es sentir nuevamente el sudor corriendo por todo el cuerpo, como si con la transpiración se fueran también los dolores, las preocupaciones y el pesimismo.




40:00, 12.3, 8.2, 152. Que bien, aún tengo más velocidad, y si estuviera corriendo, o en una bicicleta, diría que voy cómodo, pero el caso es que en esta cosa no voy a ninguna parte. Permanezco estático en la misma habitación y al lado de la misma ventana, pero esta vez me permito mirar más arriba y ahí en la distancia, se muestra altivo, gallardo, el Pico Naiguatá.




Y girando la vista a la izquierda el pico Oriental. Por un momento parece que me llaman, que me invitan nuevamente a la comunión. Todavía moveré brazos y piernas por 10 minutos más, tiempo suficiente para escuchar Smoke on The Water del mismo album de Purple y The Unforgiven III y Suicide & Redemption del último album de Metálica, Death Magnetic, terminando duro, rápido, fuerte, y recuerdo un lema que, por moda, ingenuidad o candor político me gustaba pronunciar junto con amigos de la universidad, autonombrados de izquierda y añorando las “hazañas” del derrotado y muerto Ché: ¡Volveremos a las montañas!. Volveremos, sí señor.